martes, 11 de septiembre de 2012

2. Tyron

Esa mañana Tyron había madrugado. Antes de que se pusiera el sol, él ya estaba en pie, camino de La Gran Manta. Así llamaban a la gran cascada que se encontraba al final del valle. Sólo había que seguir el cauce del río para llegar a ella, pero él prefería adentrarse en el bosque, era más seguro. Saltaba las raíces de los árboles, escalaba por rocas y troncos y atravesaba arbustos con agilidad y destreza. Él había nacido para eso, siempre lo pensaba y cada día estaba más convencido de ello. Hasta La Manta le quedaba un largo trecho por recorrer, tres kilómetros por lo menos, y como le sobraba tiempo decidió subirse a la rama de un haya. Se encaramó al árbol y escaló por él con facilidad. Se sentó de una de las ramas más anchas y respiró hondo.
No recordaba cuánto tiempo estuvo allí subido, tampoco recordaba si se había quedado dormido o no, sólo sabía que abajo algo estaba golpeando el árbol.
-¡Ey, para! –bramó sin resultado-
Tyron gateó hasta el tronco del árbol y comenzó a bajar por él. Suspiró y sonrió cuando dio el salto final y pisó tierra. Observó con cautela al pequeño osezno que se encontraba en frente suya, lamiéndose una pata. Lanzó una carcajada al aire.
-Así que eras tú el que zarandeaba el árbol, ¿eh? –acercó una mano a la cabeza del osezno, pero éste alzó una pata amenazador. Tyron apartó la mano antes de que el bicho pudiese arrancarle un dedo- ¡Tú, no hace falta ponerse así!
Creyó ver que el osezno sonreía, pero seguramente fueran alucinaciones suyas, casi no había dormido aquella noche. Bueno, ya que el pequeño oso le había obligado a bajar del árbol, era buen momento para retomar el camino, y eso hizo. Comenzó a caminar, dispuesto a cubrir los kilómetros que le faltaban, cuándo algo le hizo tropezar. Antes de estamparse contra el suelo, dio una voltereta y quedó tumbado boca arriba. ¿Qué acababa de pasar? Cierto era que iba pensando en sus cosas y que no miraba al suelo, pero...
-¿Tú otra vez? –protestó con una sonrisa-
El osezno se interpuso en su camino y por su culpa tropezó, claro, y ahora lo tenía justo encima. Se sacudió para quitárselo y se puso en pie de un salto.
-¿Y tu madre, no tienes? –le preguntó a la vez que le rascaba detrás de las orejas- Vuelve a tu casa, amigo, yo tengo cosas que hacer. ¿De acuerdo?
El osito torció la cabeza, con gesto curioso, decidido a seguir al muchacho, pero éste ya estaba a varios metros de distancia. Así que se escondió en unos arbustos, donde no pudiesen alcanzarlo depredadores hambrientos ni insectos molestos.
Una hora más tarde, Tyron divisaba La Gran Manta. Llegó al pie de la cascada y la contempló. Era majestuosa. Todos y cada uno de sus metros de agua que caían, eran cristalinos y completamente transparentes. La espuma que se formaba a su pie, parecía algodón, y el brillo que dejaba en el agua, se asemejaba al brillo de un diamante. Acarició una de las piedras que estaban a la espalda de la cascada, detrás de varias zarzas que la ocultaban, y la empujó hacia la derecha, no sin antes asegurarse de que no había nadie cerca. Dejó entrever una ranura y se coló por ella con rapidez. Si algo le caracterizaba, era su agilidad y flexibilidad, pero especialmente, su delgadez. Era un muchacho alto y estilizado, que aparentaba más de sus veintiún años. Su pelo era castaño, rizado y tosco, que junto con sus ojos marrones, delataban que no venía de una familia adinerada. Llevaba el rostro sudoroso y ligeramente manchado por la caminata, a pesar de la brisa que corría esa madrugada. Justo cuando regresó la piedra a su lugar desde dentro, comenzaba a amanecer. Tyron caminó a tientas por el pasadizo oscuro, aunque no le hacía falta luz, se sabía el camino de memoria. Cuando llegó a la enorme sala  de reuniones excavada en la piedra, ya había  gente allí, e intuyó que pronto empezarían a debatir. Buscó caras conocidas, y encontró la de Cynthia, apoyada contra la pared, esperando en silencio con rostro pensativo.
-¿Todavía no han comenzado? –le preguntó-
Ella alzó la mirada con aire ausente.
-Eso parece. Estamos esperando por aquellos que se retrasan, y no podemos empezar –le dedicó una mirada acusadora-. No te lo tomes a pecho, no eres el único.
Tyron miró a su alrededor. Era cierto, faltaban bastantes personas.
-¿Alguna ausencia destacable?
-Demasiadas –contestó en un suspiro-.
Cynthia, al contrario que el chico, era bajita, pero también esbelta. Tenía los cabellos de un rojo fuego, un pelo muy voluminoso y con brillo, se notaba que estaba bien cuidado. Cosas como esa destacaban que ella sí venía de una familia con dinero. Esa, y su vestimenta, mucho más nueva que la de Tyron, y posiblemente arreglada para ajustarse a las dimensiones de la chica. Unos pasos que se subían al pequeño atril de piedra señalaban que la reunión comenzaba. Cynthia y Tyron se sentaron en uno de los bancos de madera.
-¡Silencio! –llamó la atención Golbert Clodd, un cuarentón un tanto arisco- Todos sabemos para qué estamos hoy aquí.
Todos los oyentes asintieron mecánicamente, pero sólo uno se levantó, pidiendo la palabra.
-Por culpa del tirano de nuestro señor –reprochó Dakio, descarado como él sólo sabía-.
Antes de que Clodd pudiese regañarle por interrumpirle, su hermana Niria tiró del brazo del chico para sentarle en el banco, y agachó la cabeza en gesto de disculpa.
-Sí, señor Barck –dijo dedicándole una mirada asesina-. Por las nuevas medidas que ha impuesto Lord Izar.
Se escuchó a alguien escupir cuando Clodd pronunció ese nombre. Una mujer se puso en pie.
-Ha cerrado nueve de doce pozos, no puedo mantener a mi familia teniendo el pozo más cercano a cinco kilómetros de mi casa –se quejó-.
-Técnicamente no los ha cerrado, los ha privatizado –volvió a interrumpir Dakio-.
La mujer se giró hacia él.
-¿Crees que tengo el dinero suficiente para comprar más de seis cántaros de agua al día? –replicó molesta-
-¡Ya está bien! No quiero disputas –intervino Golbert-. Señor Barck, ¿sería tan amable de cerrar la boca durante un rato? –espetó. Dakio se sentó, un tanto avergonzado- Bien. ¿Alguna propuesta?
Necesitaban ideas, soluciones para pararle los pies al Lord, para traer agua de otros sitios o poder comerciar sin restricciones. Algo que les ayudase a poder continuar sus vidas sin baches. Se hizo el silencio durante algunos minutos.
-¿Y si pedimos ayuda a otros reinos? –sugirió un hombre-
Una muchacha de pelo castaño con reflejos rubios se puso en pie de un salto.
-Muy agudo. Les decimos que tenemos un dictador por gobernador para que nos corten la cabeza, o si quieres les pedimos que nos manden botijos de agua por correo –bufó la chica antes de sentarse y cruzarse de brazos-. Estúpido.
-Jullie, tranquilízate –pidió Clodd-. Todos estamos algo tensos...
Ella volvió a ponerse en pie con gesto enfadado.
-¡No, señor! Perdóneme, pero no –la chica subió al atril dando zancadas. Todos la miraron expectantes-. ¡No están tensos! ¡Reconózcanlo! Están temerosos, asustados, pero no tensos.  ¡Y no sirve de nada! ¡Nada! ¡Nada de lo que habéis dicho ni diréis! –respiró hondo, intentando calmarse- ¿En serio pensáis en avisar a los reinos vecinos? Por supuesto, Lord y Lady Kalahan estarán deseando escuchar nuestras míseras súplicas, ¿verdad? –parecía que los rostros acongojados de los presentes demostraban que comenzaban a entender- No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras llevan nuestro reino a la ruina y él aumenta su riqueza. ¡No podemos!
Se volvió a hacer el silencio. Una mujer se levantó, temblorosa.
-Yo pensé en trasladarme con mi familia al reino de Capster –la chica pareció querer decir algo, pero la mujer no la dejó-. Sé que suena cobarde, pero es la única solución que encontramos.
-¿Huir? ¿Me está diciendo que va a irse? –procesó la chica- Va a abandonar el reino en el que nacieron tus padres, creció mi señora y nacieron vuestros hijos, ¿es eso?
La mujer mostro un gesto compungido. La muchacha se bajó del atril y abandonó la cueva, no sin antes patear un banco vació. Se notaba que a ella sí le importaba el destino del reino.  

2 comentarios:

  1. Nyaaaaaa, me encanta como narras >.<
    No me alargo porque no tengo mucho tiempo pero... Espero el siguiente :D

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  2. Me encanta que te encante >///////< Nya, si no hace falta que te alargues, con que dejes tu huellita soy happy xD

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