martes, 4 de septiembre de 2012

1. En palacio

Era un día caliente y despejado, no había nubes en el cielo ni árboles espesos que diesen una fresca sombra en la que descansar. Lord Izar se frotó la frente para apartar las gotas de sudor que por ella discurrían y apoyó el codo en la pared de piedra. Estarían a cuarenta grados como poco.
-Mi Lord, ¿está preparado para salir ante el pueblo? –le preguntó Vincent con voz pausada y tono amable-
Lord Joseph Lionel Wesley se giró ante el mayordomo, y sin articular palabra, éste le colocó una capa de cuero negro con un ágil movimiento. Después de años de servicio, Vincent había aprendido a satisfacer los deseos de su señor sólo con ver sus reacciones.
-Que tenga buena suerte, mi Lord –dijo agachando la cabeza-.
Lionel pasó por su lado y el charol de sus botas chirrió contra el suelo. Sus doncellas le acompañaron hasta la puerta que daba al balcón principal, ofreciéndole manjares para degustar antes de su puesta ante el pueblo. Él los ignoró con su habitual elegancia y orgullo fingido. Dos guardias de brillante armadura le esperaban frente a la enorme puerta de madera oscura y gastada, y le guardaron las espaldas cuándo cientos de ojos campesinos se posaron en él.  
-Ciudadanos del Reino de Izar, estoy aquí para comunicaros las nuevas medidas de seguridad que se llevarán a cabo en la fortaleza de El Castillo, preparándola así, para los tiempos oscuros que nos esperan –todos le miraron y esperaron expectantes. El Castillo era la capital del reino, una ciudad vallada por una alta y gruesa muralla de piedra que llevó un siglo construir. La residencia del monarca era el castillo, situado en el centro de la capital. El Lord hizo una pausa y prosiguió-. Debido a los recientes acontecimientos, se procederá a hacer una inspección de todas las mercancías que lleguen a la muralla, así como de las personas que las acompañen. Esto quiere decir que no se permitirá la entrada a cualquier persona ajena a la fortaleza si no es con una Orden.
Hasta ahí, todo parecía correcto y normal. Lo que los campesinos no podían intuir, era que Lionel no tenía previsto dar por aprobada ninguna mercancía, consiguiendo que El Castillo se quedase sin reservas. Tendrían que recurrir a las reservas de emergencia que se guardan en los sótanos del castillo, poniendo un alto impuesto a todo aquel que consumiese esas reservas privadas. Por no mencionar que no es fácil conseguir una Orden. La Orden es un documento que permite a quién la posea entrar en la residencia del Lord. Debe de estar firmada por el propio Lord, el príncipe o la princesa, en caso de que hubiese, o la máxima autoridad religiosa del reino. Era un pueblo demasiado inocente y ajeno a lo que ocurría en palacio como para si quiera imaginarlo.
-También se privatizarán tres de los pozos de la fortaleza, el del ala norte, el del ala este y el del ala oeste; y seis pozos de la periferia del reino, los del a la norte, los del ala este, uno del ala oeste y otro del ala sur.
Los espectadores soltaron una exclamación. Se escucharon gritos de desacuerdo y de súplica, pero el Lord ya se estaba adentrando en el castillo. Algunos sirvientes le dieron la enhorabuena por su charla. Otros callaban, sin imaginarse qué opiniones se le pasarían por la cabeza. Pero había quién sí se aventuró a dar su opinión.
-Mi Lord, ¿cree que es conveniente dejar abiertos sólo tres pozos en todo el reino? -Vincent le miraba con sorpresa, compadeciéndose de los campesinos. Viendo la mirada de ira que le dedicó su superior, agachó la cabeza. No debía contradecirle- Esto puede desencadenar rebeliones y levantamientos, mi señor.
Lionel se pasó la mano por la barbilla, pensativo, antes de mirar a su mayordomo.
-No estás aquí para objetar sobre mi mandato, Vincent –dijo mientras deslizaba una navaja sacada de su cinturón entre sus dedos. El sirviente tragó fuertemente. Eso más que a aviso sonaba a amenaza-. Ten más cuidado con lo que dices la próxima vez. No seré tan benevolente.
Vincent asintió enérgicamente, aprendiendo a no volver a cuestionar a su señor, o no tendría demasiado futuro. Rumores le llegaron acerca de que el último súbdito a sus órdenes que dio su humilde opinión frente al Lord fue ejecutado en el centro de El Castillo. Hicieron rodar su cabeza en el foro ante todos los ciudadanos, esperando que sirviese de ejemplo. Lionel se dirigió a sus aposentos, seguido por dos doncellas. Una de ellas le desabrochó la capa y la otra la recogió al vuelo antes de que pudiese caer al suelo. Ésta última, menudita y rubia, comenzó a doblar la capa cuidadosamente mientras su compañera le quitaba la malla que tanto hacía sudar al Lord. La rubia se perdió por la habitación antes de que se escuchase el sonido de un grifo abrirse.
-Mi Lord, el baño está listo –ofreció cuando volvió, minutos después, con gotas de sudor en la frente. El agua con la que había llenado la bañera debía de estar muy caliente, y la vestimenta de la doncella no era vaporosa-. ¿Desea pasar ahora?
La chica morena había terminado de desvestir al señor y le había puesto un fino albornoz de algodón blanco. Lionel asintió levemente y acompañó a la doncella rubia al baño mientras la otra terminaba de doblar la ropa con delicadeza. En el baño, la chica lavó al Lord con una esponja natural, con cuidado de no frotar con demasiada fuerza.
-Déjame sólo –dijo airado cuando la muchacha terminó su labor-.
Ella hizo una pequeña reverencia y cerró la puerta del baño cuándo salió para reunirse con la chica morena. La pequeña miró a derecha e izquierda antes de hablar, asegurándose de que nadie las escuchase.
-Tinna, ¿tú crees que habrá levantamientos? –le preguntó entre susurros-
Tinna chistó, mandando callar a la rubia.
-Alguien podría escucharnos –la regañó. Después de unos momentos de silencio, prosiguió-. Puede ser, Nicole, puede ser...
Nicole meditó unos instantes.
-Ha cerrado demasiados pozos, ¿cierto?
-Cierto. Los campesinos deberán caminar kilómetros para tener agua fresca, lo que ha hecho tendrá repercusiones, tenlo por segur...
 Un grito que reclamaba a Nicole interrumpió las palabras de Tinna. Nicole era una chica menuda, bajita, que a sus veintitrés años no había salido de El Castillo. Su madre trabajaba en la cocina del palacio, y ella había crecido entre fogones, hasta que tuvo la edad suficiente para trabajar por su cuenta dentro del caserón. Tinna, por su lado, había empezado a servir con dieciséis años.
-Ve, rápido, antes de que el señor se impaciente –apresuró a Nicole dándole golpecitos en la espalda-.
La rubia corrió al baño. Agarró el albornoz y vistió con él al Lord. 

2 comentarios:

  1. Anya al habla! Siento tardar tanto, esque me atareo demasiado con las cosas xD
    Me encanta tu forma de narrar! Y está muy bien ambientado ^^

    Sigue así! :) Espero el siguiente ^^

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  2. No te preocupes, todo a su debido tiempo xD
    Ains, que vas a hacer que me ponga colorada ^^u
    ¡Gracias! ^-^

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