-Mi
Lord, ¿está preparado para salir ante el pueblo? –le preguntó Vincent con voz
pausada y tono amable-
Lord Joseph Lionel Wesley se giró
ante el mayordomo, y sin articular palabra, éste le colocó una capa de cuero
negro con un ágil movimiento. Después de años de servicio, Vincent había aprendido a satisfacer los deseos de su señor sólo
con ver sus reacciones.
-Que
tenga buena suerte, mi Lord –dijo agachando la cabeza-.
Lionel
pasó por su lado y el charol de sus botas chirrió contra el suelo. Sus doncellas
le acompañaron hasta la puerta que daba al balcón principal, ofreciéndole
manjares para degustar antes de su puesta ante el pueblo. Él los ignoró con su
habitual elegancia y orgullo fingido. Dos guardias de brillante armadura le
esperaban frente a la enorme puerta de madera oscura y gastada, y le guardaron
las espaldas cuándo cientos de ojos campesinos se posaron en él.
-Ciudadanos
del Reino de Izar, estoy aquí para comunicaros las nuevas medidas de seguridad
que se llevarán a cabo en la fortaleza de El Castillo, preparándola así, para
los tiempos oscuros que nos esperan –todos le miraron y esperaron expectantes.
El Castillo era la capital del reino, una ciudad vallada por una alta y gruesa
muralla de piedra que llevó un siglo construir. La residencia del monarca era
el castillo, situado en el centro de la capital. El Lord hizo una pausa y
prosiguió-. Debido a los recientes acontecimientos, se procederá a hacer una
inspección de todas las mercancías que lleguen a la muralla, así como de las
personas que las acompañen. Esto quiere decir que no se permitirá la entrada a
cualquier persona ajena a la fortaleza si no es con una Orden.
Hasta
ahí, todo parecía correcto y normal. Lo que los campesinos no podían intuir,
era que Lionel no tenía previsto dar por aprobada ninguna mercancía,
consiguiendo que El Castillo se quedase sin reservas. Tendrían que recurrir a
las reservas de emergencia que se guardan en los sótanos del castillo, poniendo
un alto impuesto a todo aquel que consumiese esas reservas privadas. Por no
mencionar que no es fácil conseguir una Orden. La Orden es un documento que
permite a quién la posea entrar en la residencia del Lord. Debe de estar
firmada por el propio Lord, el príncipe o la princesa, en caso de que hubiese,
o la máxima autoridad religiosa del reino. Era un pueblo demasiado inocente y
ajeno a lo que ocurría en palacio como para si quiera imaginarlo.
-También
se privatizarán tres de los pozos de la fortaleza, el del ala norte, el del ala
este y el del ala oeste; y seis pozos de la periferia del reino, los del a la
norte, los del ala este, uno del ala oeste y otro del ala sur.
Los
espectadores soltaron una exclamación. Se escucharon gritos de desacuerdo y de
súplica, pero el Lord ya se estaba adentrando en el castillo. Algunos
sirvientes le dieron la enhorabuena por su charla. Otros callaban, sin
imaginarse qué opiniones se le pasarían por la cabeza. Pero había quién sí se
aventuró a dar su opinión.
-Mi
Lord, ¿cree que es conveniente dejar abiertos sólo tres pozos en todo el reino?
-Vincent le miraba con sorpresa, compadeciéndose de los campesinos. Viendo la
mirada de ira que le dedicó su superior, agachó la cabeza. No debía
contradecirle- Esto puede desencadenar rebeliones y levantamientos, mi señor.
Lionel
se pasó la mano por la barbilla, pensativo, antes de mirar a su mayordomo.
-No
estás aquí para objetar sobre mi mandato, Vincent –dijo mientras deslizaba una
navaja sacada de su cinturón entre sus dedos. El sirviente tragó fuertemente.
Eso más que a aviso sonaba a amenaza-. Ten más cuidado con lo que dices la
próxima vez. No seré tan benevolente.
Vincent
asintió enérgicamente, aprendiendo a no volver a cuestionar a su señor, o no
tendría demasiado futuro. Rumores le llegaron acerca de que el último súbdito a
sus órdenes que dio su humilde opinión frente al Lord fue ejecutado en el
centro de El Castillo. Hicieron rodar su cabeza en el foro ante todos los
ciudadanos, esperando que sirviese de ejemplo. Lionel se dirigió a sus
aposentos, seguido por dos doncellas. Una de ellas le desabrochó la capa y la
otra la recogió al vuelo antes de que pudiese caer al suelo. Ésta última,
menudita y rubia, comenzó a doblar la capa cuidadosamente mientras su compañera
le quitaba la malla que tanto hacía sudar al Lord. La rubia se perdió por la
habitación antes de que se escuchase el sonido de un grifo abrirse.
-Mi
Lord, el baño está listo –ofreció cuando volvió, minutos después, con gotas de
sudor en la frente. El agua con la que había llenado la bañera debía de estar
muy caliente, y la vestimenta de la doncella no era vaporosa-. ¿Desea pasar
ahora?
La chica
morena había terminado de desvestir al señor y le había puesto un fino albornoz
de algodón blanco. Lionel asintió levemente y acompañó a la doncella rubia al
baño mientras la otra terminaba de doblar la ropa con delicadeza. En el baño,
la chica lavó al Lord con una esponja natural, con cuidado de no frotar con
demasiada fuerza.
-Déjame
sólo –dijo airado cuando la muchacha terminó su labor-.
Ella
hizo una pequeña reverencia y cerró la puerta del baño cuándo salió para
reunirse con la chica morena. La pequeña miró a derecha e izquierda antes de
hablar, asegurándose de que nadie las escuchase.
-Tinna,
¿tú crees que habrá levantamientos? –le preguntó entre susurros-
Tinna
chistó, mandando callar a la rubia.
-Alguien
podría escucharnos –la regañó. Después de unos momentos de silencio,
prosiguió-. Puede ser, Nicole, puede ser...
Nicole
meditó unos instantes.
-Ha
cerrado demasiados pozos, ¿cierto?
-Cierto.
Los campesinos deberán caminar kilómetros para tener agua fresca, lo que ha
hecho tendrá repercusiones, tenlo por segur...
Un grito que reclamaba a Nicole interrumpió
las palabras de Tinna. Nicole era
una chica menuda, bajita, que a sus veintitrés años no había salido de El
Castillo. Su madre trabajaba en la cocina del palacio, y ella había crecido
entre fogones, hasta que tuvo la edad suficiente para trabajar por su cuenta
dentro del caserón. Tinna, por su
lado, había empezado a servir con dieciséis años.
-Ve,
rápido, antes de que el señor se impaciente –apresuró a Nicole dándole
golpecitos en la espalda-.
La rubia
corrió al baño. Agarró el albornoz y vistió con él al Lord.
Anya al habla! Siento tardar tanto, esque me atareo demasiado con las cosas xD
ResponderEliminarMe encanta tu forma de narrar! Y está muy bien ambientado ^^
Sigue así! :) Espero el siguiente ^^
No te preocupes, todo a su debido tiempo xD
ResponderEliminarAins, que vas a hacer que me ponga colorada ^^u
¡Gracias! ^-^