martes, 25 de septiembre de 2012

3. Cynthia

Esa noche, Cynthia casi no había dormido. Cuándo se acostó, completamente cansada y dispuesta a dormir diez horas, se percató de que no podía, algo le impedía dormir. El destino. ¿Qué ocurriría si dejaban que el Lord hiciese lo que le daba en gana con su hogar? La muchacha rebelde de la reunión tenía razón, debían hacer algo pero, ¿el qué? Tan solo eran un grupo de infelices echando pestes del gobierno. Estaba convencida de que, a parte de la chica, nadie tenía pensado hacer nada. Realmente, Cynthia no comprendía el objetivo de aquellas quedadas clandestinas. Si iban solamente a quejarse, ¿de qué servían?
-¡Cynthia! –escuchó la voz de su hermana llamarla. En la habitación, Friana esperaba su llegada- ¿Has terminado tus tareas?
Su hermana mayor, Friana Elovi, prometida con un herrero, tenía tres años más que ella y el pelo más oscuro, pero irremediablemente rojo.
-Sí, hermana –asintió-.
Friana dejó entrever una sonrisa.
-Súbeme a Míkel, anda –dijo a la vez que mullía un almohadón-. Después, serás libre.
Cynthia bajó las escaleras corriendo, y frenó al ver en el viejo sofá a su hermano Míkel, completamente dormido. Mostraba un rosto sereno con una pequeña sonrisa. Quizá estuviera soñando cosas bellas. Esa escena enterneció a la pelirroja. Se acercó con cautela y acarició con el dorso de la mano la mejilla de su hermano. Míkel tenía seis años, era joven y tierno. Su pelo era rubio, pero como el de ella y el de Friana, lo más seguro era que se oscureciera con los años. Le cogió lo más delicadamente que pudo para no despertarle y subió por las escaleras en un silencio sepulcral. Incluso aguantó la respiración. Tendió al pequeño en su cama y le retiró el pelo de la frente. Se veía tan indefenso, tan niño ahí tumbado. Cynthia se alejó de puntillas, y cuando salió de la habitación, buscó a su hermana.
-Le he dejado en la habitación, estaba completamente dormido –le dijo, apoyada en el marco de la puerta-. ¿Dónde ha ido madre?
Su padre trabajaba en una de las panaderías más grandes del reino, y de su parte llegaba el dinero a casa. Llevaba años trabajando allí, y había visto crecer la panadería poco a poco. Lo bueno de aquello era que el pan nunca faltaba en casa.
-Ha ido a buscar agua –dijo atareada-. Ven, ayúdame con esto.
Cynthia ayudó a su hermana a doblar una gran sábana. Era de la cama de matrimonio, en la que dormían sus padres.
-¿Cómo no la has acompañado? Ella no podrá con el peso de los cántaros llenos. Me podías a ver dicho que fuese con ella –protestó Cynthia-.
-No te he mandado porque la acompañaban Wendolyn y su madre.
Cynthia respiró tranquila. Kora y Fransec Junn eran sus vecinos más cercanos. Wendolyn era su hija, la única que tenían. Fransec trabajaba en la agricultura, y Kora le ayudaba. Seguro que habían llevado una o dos carretillas para transportar los cántaros.
-Hermana, ¿puedo salir? –preguntó devolviéndole la sábana doblada-
Friana recogió la sábana y la guardó.
-Claro –dijo con una sonrisa-, pero recuerda que debes estar de vuelta a la hora de la comida.
Su hermana hacía el papel de madre cuándo su verdadera madre, Gina,  no estaba en casa. Cynthia pensaba que se estaba entrenando para, cuando en unos meses se casase con su prometido y se mudase con él, ser una buena madre y esposa. Estaba convencida de que sería una gran madre. La admiraba por todo lo que sabía y se le daba bien. Limpiaba la casa, cuidaba de Míkel y cocinaba que daba gusto. Siempre pensaba que le gustaría llegar a ser como su hermana, y que los hijos que tuviese serían afortunados.
Oh, pero Cynthia no era como su hermana. Nunca podría ser como ella. Aunque se pareciesen físicamente, eran como el día y la noche. Cynthia limpiaba, sí, pero obligada. Cuidaba de Míkel, también, pero porque era su hermanito y le gustaba pasar tiempo con él. Ella no le daba el biberón o le cambiaba los pañales, como Friana. Ella sólo le vigilaba o jugaba con él por las tardes. Y era completamente negada para cocinar. Ninguna de las cualidades que tenía eran bienvenidas cuando un hombre buscaba esposa. Montaba a caballo, manejaba la espada y sabía trepar y correr, pero eso no importaba, no era relevante.
Cynthia le dio un beso en la mejilla a su hermana, jaló su mochila y corrió a cabalgar su montura. Ese día tenía cosas que hacer. Se veía que para lo único que servían las reuniones, era para darle trabajo. Maldijo en silencio el momento en el que se presentó voluntaria para informar a los internos. Llegó a los pies de un torreón del palacio y miró a derecha e izquierda. No había nadie cerca, bien. Sacó una pequeña carta y la metió con cuidado de no romperla en una de las grietas de la piedra. En unas horas, la recogería la persona indicada, la única que sabía dónde dejaba Cynthia las cartas.
Terminó su tarea, y suspiró. Subió de nuevo a su caballo y lo llevó a trote hasta la puerta de El Castillo, procurando no atropellar a nadie. Inclinó la cabeza al pasar por el enorme portón de madera, saludando a los guardias. Estos le devolvieron el saludo. Cynthia era conocida por ser la hija de su padre el panadero, y no la registraban al salir o al entrar por el portón ni le pedían identificación. Fuera de las murallas había pequeños corros de casas modestas, también pertenecientes al reino. Para llegar al bosque, tenían que cruzar todas esas casuchas, bastante más pequeñas que las de El Castillo. Allí, en las afueras, estaban algunos días los mercadillos clandestinos; podías comprar allí casi cualquier cosa. Desde armas a drogas. A veces, vendían allí las mercancías que los guardias no dejaban pasar a la fortaleza. Si sabías dónde comprar y con quién hablar, podías hacerte con lo que quisieras.
Cynthia galopó su caballo a través de las casuchas y los senderos, hasta que llegó al bosque y se adentró en él, buscando una pequeña casa casi invisible que se alzaba entre un risco y una hilera de hayas altísimas. Ada día se le hacía más difícil encontrarla... Con lo bien escondida que estaba, no era de extrañar que ningún guardia se pasease por allí. Era una casa pequeña, con muros de piedra y suelo de madera. Unas pequeñas escaleritas llevaban a la puerta de madera de pino, gastada y vieja. Tocó en la puerta un par de veces y esperó. No obtuvo respuesta. Volvió a llamar. Nada.
-¿Jull? –llamó a la muchacha-
Nadie la contestó, así que agarró el pomo y lo giró al darse cuenta de que la llave no estaba echada. Buscó a la chica con la mirada y no la encontró.
-Jullie, ¿estás por ahí? –preguntó Cynthia-
-Sí, aquí –respondió una voz-.
La chica apareció de detrás de la puerta que daba a una habitación. Jullie era la emprendedora de las reuniones clandestinas. Si todo el mundo creía que ese era Golbert Clodd, era porque la muchacha lo había querido así. Vivía sola. Nunca le había dicho a nadie qué era de sus padres; si era huérfana, si la abandonaron, si viven en la fortaleza... Nadie lo sabía.
-Ya he entregado el acta de la reunión pasada a los internos –explicó Cynthia, rígida como una piedra-.
Jullie era buena chica, comprensiva y carismática. Pero cuándo se enfadaba o simplemente no estaba de humor, era mejor salir corriendo. Había que hablarle con mucho tacto.
-Bien –asintió Jullie-. Has sido rápida –repasó con la mirada a la pelirroja, escrutando su rostro-. Relájate, que no te voy a pegar –dijo con una sonrisa socarrona-.
Cynthia respiró hondo y relajó los hombros.
-Ven, siéntate –le ofreció sentándose en el sofá de terciopelo roído-.
Se sentó junto a Jull con las piernas cruzadas. Después de unos momentos de silencio, Cynthia se decidió a decir algo. Odiaba el silencio, le parecía demasiado incómodo.
-Respecto a la reunión... –comenzó, pausada. Quizá estuviera tocando terreno peligroso, y no quería enfurecerla-
-¿Sí?
-¿Vas a... hacer algo?
Viendo su actitud el día anterior, no parecía que se fuera a quedar de brazos cruzados. Jullie se dejó escurrir por el sofá.
-Estoy pensándomelo –respondió pensativa-. Y, aunque quisiera hacer algo, no podría sola.
Jull había sido una chica solitaria siempre, y que reclamase compañía hizo que el vello del brazo de Cynthia se erizara. Sus intenciones la asustaban.
-¿Qué pretendes? –preguntó con un hilo de voz-
La muchacha la miró con un brillo especial en los ojos.
-Matar al Lord.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Coordinando [~]

¡Hola, ciudadanos de Sol Naciente!
Ya sé como apañármelas para llevar un rumbo fijo y actualizar con la más constancia posible. 

-Actualizaré cada martes. Es decir, el martes de esta semana no he actualizado, pues saco capítulo el martes de la semana siguiente. Resumiendo: Sólo habrá capítulo los martes. Así llevo mayor el control del equipo, y eso xD

Y por no haber dejaros el capítulo tres el pasado martes, os dejo un churri-dibujito de los míos >.< 
A veces (aunque no prometo nada) os daré el gran placer (?) de saber cómo es alguno de los personajes no sólo por su descripción. Mi método de trabajo es a lápiz, TODO a lápiz excepto algún detalle a rotulador. Y pasado por un editor de imágenes para redondear los bordes y escribir el nombre del personaje. Junto a la foto os dejaré una pequeña presentación del personaje para que lo conozcáis un poco mejor. 

[Y que todo quede dicho, ¡este martes no os quedáis sin capítulo!]

Y el personaje que os voy a presentar hoy es....

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~


¡Nicole!

Nuestra adorable e inocente rubia es una de las doncellas más jóvenes de El Castillo, y a su pronta edad ya es una de las doncellas personales de Lord Lionel. Por lo general, es alegre. Todos sabemos que vivir interna en un castillo tan lastimero como es el de Peñal Gris no es la mejor vida para una adolescente. Aún así, Nicole intentará sacar todo el jugo de su estancia allí... Y de todo lo que pueda sacar de fuera.



~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~



martes, 11 de septiembre de 2012

2. Tyron

Esa mañana Tyron había madrugado. Antes de que se pusiera el sol, él ya estaba en pie, camino de La Gran Manta. Así llamaban a la gran cascada que se encontraba al final del valle. Sólo había que seguir el cauce del río para llegar a ella, pero él prefería adentrarse en el bosque, era más seguro. Saltaba las raíces de los árboles, escalaba por rocas y troncos y atravesaba arbustos con agilidad y destreza. Él había nacido para eso, siempre lo pensaba y cada día estaba más convencido de ello. Hasta La Manta le quedaba un largo trecho por recorrer, tres kilómetros por lo menos, y como le sobraba tiempo decidió subirse a la rama de un haya. Se encaramó al árbol y escaló por él con facilidad. Se sentó de una de las ramas más anchas y respiró hondo.
No recordaba cuánto tiempo estuvo allí subido, tampoco recordaba si se había quedado dormido o no, sólo sabía que abajo algo estaba golpeando el árbol.
-¡Ey, para! –bramó sin resultado-
Tyron gateó hasta el tronco del árbol y comenzó a bajar por él. Suspiró y sonrió cuando dio el salto final y pisó tierra. Observó con cautela al pequeño osezno que se encontraba en frente suya, lamiéndose una pata. Lanzó una carcajada al aire.
-Así que eras tú el que zarandeaba el árbol, ¿eh? –acercó una mano a la cabeza del osezno, pero éste alzó una pata amenazador. Tyron apartó la mano antes de que el bicho pudiese arrancarle un dedo- ¡Tú, no hace falta ponerse así!
Creyó ver que el osezno sonreía, pero seguramente fueran alucinaciones suyas, casi no había dormido aquella noche. Bueno, ya que el pequeño oso le había obligado a bajar del árbol, era buen momento para retomar el camino, y eso hizo. Comenzó a caminar, dispuesto a cubrir los kilómetros que le faltaban, cuándo algo le hizo tropezar. Antes de estamparse contra el suelo, dio una voltereta y quedó tumbado boca arriba. ¿Qué acababa de pasar? Cierto era que iba pensando en sus cosas y que no miraba al suelo, pero...
-¿Tú otra vez? –protestó con una sonrisa-
El osezno se interpuso en su camino y por su culpa tropezó, claro, y ahora lo tenía justo encima. Se sacudió para quitárselo y se puso en pie de un salto.
-¿Y tu madre, no tienes? –le preguntó a la vez que le rascaba detrás de las orejas- Vuelve a tu casa, amigo, yo tengo cosas que hacer. ¿De acuerdo?
El osito torció la cabeza, con gesto curioso, decidido a seguir al muchacho, pero éste ya estaba a varios metros de distancia. Así que se escondió en unos arbustos, donde no pudiesen alcanzarlo depredadores hambrientos ni insectos molestos.
Una hora más tarde, Tyron divisaba La Gran Manta. Llegó al pie de la cascada y la contempló. Era majestuosa. Todos y cada uno de sus metros de agua que caían, eran cristalinos y completamente transparentes. La espuma que se formaba a su pie, parecía algodón, y el brillo que dejaba en el agua, se asemejaba al brillo de un diamante. Acarició una de las piedras que estaban a la espalda de la cascada, detrás de varias zarzas que la ocultaban, y la empujó hacia la derecha, no sin antes asegurarse de que no había nadie cerca. Dejó entrever una ranura y se coló por ella con rapidez. Si algo le caracterizaba, era su agilidad y flexibilidad, pero especialmente, su delgadez. Era un muchacho alto y estilizado, que aparentaba más de sus veintiún años. Su pelo era castaño, rizado y tosco, que junto con sus ojos marrones, delataban que no venía de una familia adinerada. Llevaba el rostro sudoroso y ligeramente manchado por la caminata, a pesar de la brisa que corría esa madrugada. Justo cuando regresó la piedra a su lugar desde dentro, comenzaba a amanecer. Tyron caminó a tientas por el pasadizo oscuro, aunque no le hacía falta luz, se sabía el camino de memoria. Cuando llegó a la enorme sala  de reuniones excavada en la piedra, ya había  gente allí, e intuyó que pronto empezarían a debatir. Buscó caras conocidas, y encontró la de Cynthia, apoyada contra la pared, esperando en silencio con rostro pensativo.
-¿Todavía no han comenzado? –le preguntó-
Ella alzó la mirada con aire ausente.
-Eso parece. Estamos esperando por aquellos que se retrasan, y no podemos empezar –le dedicó una mirada acusadora-. No te lo tomes a pecho, no eres el único.
Tyron miró a su alrededor. Era cierto, faltaban bastantes personas.
-¿Alguna ausencia destacable?
-Demasiadas –contestó en un suspiro-.
Cynthia, al contrario que el chico, era bajita, pero también esbelta. Tenía los cabellos de un rojo fuego, un pelo muy voluminoso y con brillo, se notaba que estaba bien cuidado. Cosas como esa destacaban que ella sí venía de una familia con dinero. Esa, y su vestimenta, mucho más nueva que la de Tyron, y posiblemente arreglada para ajustarse a las dimensiones de la chica. Unos pasos que se subían al pequeño atril de piedra señalaban que la reunión comenzaba. Cynthia y Tyron se sentaron en uno de los bancos de madera.
-¡Silencio! –llamó la atención Golbert Clodd, un cuarentón un tanto arisco- Todos sabemos para qué estamos hoy aquí.
Todos los oyentes asintieron mecánicamente, pero sólo uno se levantó, pidiendo la palabra.
-Por culpa del tirano de nuestro señor –reprochó Dakio, descarado como él sólo sabía-.
Antes de que Clodd pudiese regañarle por interrumpirle, su hermana Niria tiró del brazo del chico para sentarle en el banco, y agachó la cabeza en gesto de disculpa.
-Sí, señor Barck –dijo dedicándole una mirada asesina-. Por las nuevas medidas que ha impuesto Lord Izar.
Se escuchó a alguien escupir cuando Clodd pronunció ese nombre. Una mujer se puso en pie.
-Ha cerrado nueve de doce pozos, no puedo mantener a mi familia teniendo el pozo más cercano a cinco kilómetros de mi casa –se quejó-.
-Técnicamente no los ha cerrado, los ha privatizado –volvió a interrumpir Dakio-.
La mujer se giró hacia él.
-¿Crees que tengo el dinero suficiente para comprar más de seis cántaros de agua al día? –replicó molesta-
-¡Ya está bien! No quiero disputas –intervino Golbert-. Señor Barck, ¿sería tan amable de cerrar la boca durante un rato? –espetó. Dakio se sentó, un tanto avergonzado- Bien. ¿Alguna propuesta?
Necesitaban ideas, soluciones para pararle los pies al Lord, para traer agua de otros sitios o poder comerciar sin restricciones. Algo que les ayudase a poder continuar sus vidas sin baches. Se hizo el silencio durante algunos minutos.
-¿Y si pedimos ayuda a otros reinos? –sugirió un hombre-
Una muchacha de pelo castaño con reflejos rubios se puso en pie de un salto.
-Muy agudo. Les decimos que tenemos un dictador por gobernador para que nos corten la cabeza, o si quieres les pedimos que nos manden botijos de agua por correo –bufó la chica antes de sentarse y cruzarse de brazos-. Estúpido.
-Jullie, tranquilízate –pidió Clodd-. Todos estamos algo tensos...
Ella volvió a ponerse en pie con gesto enfadado.
-¡No, señor! Perdóneme, pero no –la chica subió al atril dando zancadas. Todos la miraron expectantes-. ¡No están tensos! ¡Reconózcanlo! Están temerosos, asustados, pero no tensos.  ¡Y no sirve de nada! ¡Nada! ¡Nada de lo que habéis dicho ni diréis! –respiró hondo, intentando calmarse- ¿En serio pensáis en avisar a los reinos vecinos? Por supuesto, Lord y Lady Kalahan estarán deseando escuchar nuestras míseras súplicas, ¿verdad? –parecía que los rostros acongojados de los presentes demostraban que comenzaban a entender- No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras llevan nuestro reino a la ruina y él aumenta su riqueza. ¡No podemos!
Se volvió a hacer el silencio. Una mujer se levantó, temblorosa.
-Yo pensé en trasladarme con mi familia al reino de Capster –la chica pareció querer decir algo, pero la mujer no la dejó-. Sé que suena cobarde, pero es la única solución que encontramos.
-¿Huir? ¿Me está diciendo que va a irse? –procesó la chica- Va a abandonar el reino en el que nacieron tus padres, creció mi señora y nacieron vuestros hijos, ¿es eso?
La mujer mostro un gesto compungido. La muchacha se bajó del atril y abandonó la cueva, no sin antes patear un banco vació. Se notaba que a ella sí le importaba el destino del reino.  

martes, 4 de septiembre de 2012

1. En palacio

Era un día caliente y despejado, no había nubes en el cielo ni árboles espesos que diesen una fresca sombra en la que descansar. Lord Izar se frotó la frente para apartar las gotas de sudor que por ella discurrían y apoyó el codo en la pared de piedra. Estarían a cuarenta grados como poco.
-Mi Lord, ¿está preparado para salir ante el pueblo? –le preguntó Vincent con voz pausada y tono amable-
Lord Joseph Lionel Wesley se giró ante el mayordomo, y sin articular palabra, éste le colocó una capa de cuero negro con un ágil movimiento. Después de años de servicio, Vincent había aprendido a satisfacer los deseos de su señor sólo con ver sus reacciones.
-Que tenga buena suerte, mi Lord –dijo agachando la cabeza-.
Lionel pasó por su lado y el charol de sus botas chirrió contra el suelo. Sus doncellas le acompañaron hasta la puerta que daba al balcón principal, ofreciéndole manjares para degustar antes de su puesta ante el pueblo. Él los ignoró con su habitual elegancia y orgullo fingido. Dos guardias de brillante armadura le esperaban frente a la enorme puerta de madera oscura y gastada, y le guardaron las espaldas cuándo cientos de ojos campesinos se posaron en él.  
-Ciudadanos del Reino de Izar, estoy aquí para comunicaros las nuevas medidas de seguridad que se llevarán a cabo en la fortaleza de El Castillo, preparándola así, para los tiempos oscuros que nos esperan –todos le miraron y esperaron expectantes. El Castillo era la capital del reino, una ciudad vallada por una alta y gruesa muralla de piedra que llevó un siglo construir. La residencia del monarca era el castillo, situado en el centro de la capital. El Lord hizo una pausa y prosiguió-. Debido a los recientes acontecimientos, se procederá a hacer una inspección de todas las mercancías que lleguen a la muralla, así como de las personas que las acompañen. Esto quiere decir que no se permitirá la entrada a cualquier persona ajena a la fortaleza si no es con una Orden.
Hasta ahí, todo parecía correcto y normal. Lo que los campesinos no podían intuir, era que Lionel no tenía previsto dar por aprobada ninguna mercancía, consiguiendo que El Castillo se quedase sin reservas. Tendrían que recurrir a las reservas de emergencia que se guardan en los sótanos del castillo, poniendo un alto impuesto a todo aquel que consumiese esas reservas privadas. Por no mencionar que no es fácil conseguir una Orden. La Orden es un documento que permite a quién la posea entrar en la residencia del Lord. Debe de estar firmada por el propio Lord, el príncipe o la princesa, en caso de que hubiese, o la máxima autoridad religiosa del reino. Era un pueblo demasiado inocente y ajeno a lo que ocurría en palacio como para si quiera imaginarlo.
-También se privatizarán tres de los pozos de la fortaleza, el del ala norte, el del ala este y el del ala oeste; y seis pozos de la periferia del reino, los del a la norte, los del ala este, uno del ala oeste y otro del ala sur.
Los espectadores soltaron una exclamación. Se escucharon gritos de desacuerdo y de súplica, pero el Lord ya se estaba adentrando en el castillo. Algunos sirvientes le dieron la enhorabuena por su charla. Otros callaban, sin imaginarse qué opiniones se le pasarían por la cabeza. Pero había quién sí se aventuró a dar su opinión.
-Mi Lord, ¿cree que es conveniente dejar abiertos sólo tres pozos en todo el reino? -Vincent le miraba con sorpresa, compadeciéndose de los campesinos. Viendo la mirada de ira que le dedicó su superior, agachó la cabeza. No debía contradecirle- Esto puede desencadenar rebeliones y levantamientos, mi señor.
Lionel se pasó la mano por la barbilla, pensativo, antes de mirar a su mayordomo.
-No estás aquí para objetar sobre mi mandato, Vincent –dijo mientras deslizaba una navaja sacada de su cinturón entre sus dedos. El sirviente tragó fuertemente. Eso más que a aviso sonaba a amenaza-. Ten más cuidado con lo que dices la próxima vez. No seré tan benevolente.
Vincent asintió enérgicamente, aprendiendo a no volver a cuestionar a su señor, o no tendría demasiado futuro. Rumores le llegaron acerca de que el último súbdito a sus órdenes que dio su humilde opinión frente al Lord fue ejecutado en el centro de El Castillo. Hicieron rodar su cabeza en el foro ante todos los ciudadanos, esperando que sirviese de ejemplo. Lionel se dirigió a sus aposentos, seguido por dos doncellas. Una de ellas le desabrochó la capa y la otra la recogió al vuelo antes de que pudiese caer al suelo. Ésta última, menudita y rubia, comenzó a doblar la capa cuidadosamente mientras su compañera le quitaba la malla que tanto hacía sudar al Lord. La rubia se perdió por la habitación antes de que se escuchase el sonido de un grifo abrirse.
-Mi Lord, el baño está listo –ofreció cuando volvió, minutos después, con gotas de sudor en la frente. El agua con la que había llenado la bañera debía de estar muy caliente, y la vestimenta de la doncella no era vaporosa-. ¿Desea pasar ahora?
La chica morena había terminado de desvestir al señor y le había puesto un fino albornoz de algodón blanco. Lionel asintió levemente y acompañó a la doncella rubia al baño mientras la otra terminaba de doblar la ropa con delicadeza. En el baño, la chica lavó al Lord con una esponja natural, con cuidado de no frotar con demasiada fuerza.
-Déjame sólo –dijo airado cuando la muchacha terminó su labor-.
Ella hizo una pequeña reverencia y cerró la puerta del baño cuándo salió para reunirse con la chica morena. La pequeña miró a derecha e izquierda antes de hablar, asegurándose de que nadie las escuchase.
-Tinna, ¿tú crees que habrá levantamientos? –le preguntó entre susurros-
Tinna chistó, mandando callar a la rubia.
-Alguien podría escucharnos –la regañó. Después de unos momentos de silencio, prosiguió-. Puede ser, Nicole, puede ser...
Nicole meditó unos instantes.
-Ha cerrado demasiados pozos, ¿cierto?
-Cierto. Los campesinos deberán caminar kilómetros para tener agua fresca, lo que ha hecho tendrá repercusiones, tenlo por segur...
 Un grito que reclamaba a Nicole interrumpió las palabras de Tinna. Nicole era una chica menuda, bajita, que a sus veintitrés años no había salido de El Castillo. Su madre trabajaba en la cocina del palacio, y ella había crecido entre fogones, hasta que tuvo la edad suficiente para trabajar por su cuenta dentro del caserón. Tinna, por su lado, había empezado a servir con dieciséis años.
-Ve, rápido, antes de que el señor se impaciente –apresuró a Nicole dándole golpecitos en la espalda-.
La rubia corrió al baño. Agarró el albornoz y vistió con él al Lord. 

Epílogo

Lo tenía a tiro, sólo tenía que disparar. Recalibró la flecha y tensó la cuerda de nuevo: Todas las precauciones eran pocas. Miró a su derecha y a su izquierda, y retornó la vista al blanco. Era ahora o nunca, no volvería  tener una oportunidad como esa. Alargó el brazo derecho todo lo que pudo y comenzó a levantar las yemas de los dedos.  

Avisos pre-lectura

¡La cuenta atrás ha comenzado! En unas horas estarán el epílogo y el primer capítulo. Antes de publicarlo, os explicaré un poco de qué irá esto y mis métodos de escritura:

-Hasta ahora, he narrado mis historias siempre en primera persona, y casi siempre con un sólo personaje. Para mí, esto será como un reto, ya que la narración será en tercera persona y cada capítulo lo contará un personaje diferente, y como ya dije, ¡son muchos!
-Cuando una frase esté entre comillas ("") sabréis que son los pensamientos del personaje narrador.
-La historia se desarrolla en el continente de Sol Naciente. Está dividido en reinos que dirigen sus gobernantes, con el título de lords y ladies... Claro que, por encima de sus decisiones, están las de los reyes que dirigen desde su castillo.
-El epílogo estará narrado por uno de los personajes narradores... Pero no sabréis de qué personaje hasta que éste lo narre, ya que el epílogo es un trozo de un futuro suceso.
-El primer episodio no está narrado por nadie en concreto, sólo se ve que es en el contexto del palacio.

Sorpresas, pasados oscuros y futuros prometedores en esta historia en la que cada personaje tiene sus propios problemas y sus secretos... Pero todos ellos afectan a un mismo Sol Naciente.

sábado, 1 de septiembre de 2012

~En trámites de edición~

Blog en ciernes de apertura
Pronto podréis disfrutar de una historia fantasiosa, en los tiempos de lords y reyes. Gobernantes odiosos, dictadores y mucho más te espera en esta historia llena de sorpresas.

"-Cada uno escribe su propio futuro pero, ¿qué pasa con el pasado?
-El pasado fue futuro una vez.
-Pero no se puede cambiar, y el futuro del presente, sí.
-No, te equivocas. El futuro nunca se puede cambiar. Es el presente en único que varía."

Cada personaje tiene tras de sí un futuro, ¡y son muchos los personajes que vais a conocer!
Mientras esperáis, pasaros por mi blog diario. Te echarás unas risas y... puede que cambie tu punto de vista al conocer el mío.

http://quiendijoque-gemma.blogspot.com.es/

¡Feliz espera y fin de las vacaciones! ;)